Sandra Lorenzon Schaffa1

Más aún: si supiéramos dar un contenido más preciso a los conceptos de “masculino” y “femenino”, podría defenderse también el aserto de que la libido es regularmente, y con arreglo a ley, de naturaleza masculina, ya se presente en el hombre o en la mujer, y prescindiendo de que su objeto sea el hombre o la mujer.
Sigmund Freud, 1905

La tesis freudiana

Freud mantuvo una posición firme en relación con el problema de la sexualidad femenina. Ya sus primeros trabajos suscitaron oposiciones entre autores fieles al uso del método freudiano que llegaron a conclusiones diferentes. Los descubrimientos de las mujeres analistas británicas en las décadas de 1920 y 1930 fueron audaces, desafiando las conclusiones freudianas. A partir de una consistente discusión de material clínico, avanzaron contra la posición falocéntrica postulada por Freud. La sexualidad femenina será entendida por la pionera Karen Horney (1924) como una organización psicosexual original. La envidia del pene no se reduce al complejo de castración, sino que se arraiga en las experiencias pulsionales inconscientes más precoces.

Melanie Klein ofrece una teoría extensa de la sexualidad femenina. Al desplazar el complejo de Edipo al primer año de vida, conduce al reconocimiento paradojal de una genitalización precoz bajo el predominio de los objetos pregenitales (Klein, 1928/1975). Ofrece las bases de lo que servirá de fundamento a la interrogación en torno al problema de lo femenino a un grupo de mujeres s ­ ofisticadas, las mismas que tuvieran impacto en los desarrollos específicos de Freud sobre los asuntos presentados en sus artículos de 1931 y 1932.

En ese sentido, quisiéramos proponer la lectura de tres textos ­fundamentales de Freud que permiten abordar ­ sucesivas reformulaciones de su posición sobre la feminidad, de modo tal que tengamos la ­medida de la irrecusable profundización que puede ­atribuirse al diálogo con el movimiento de las psicoanalistas británicas en tiempos en los que la sociedad londinense fue “una sociedad conducida por mujeres”, como dice Edward Glover (citado por Kristeva, 2000, p. 354) en carta a Ernest Jones.

El texto La organización genital infantil de Freud (1923/2011) es una recuperación de las ideas exploradas en los Tres ensayos de ­teoría sexual (Freud, 1905/2017c), que sentaron las bases de la c ­ oncepción freudiana de la feminidad. Fundamentalmente desde los Tres ­ensayos de teoría sexual, Freud nos mostró que la sexualidad no tiene por finalidad la procreación, la primacía de lo sexual ni la e ­ spera de la pubertad para manifestarse. La hipótesis de un solo y único aparato genital es la base de las teorías sexuales infantiles.

En las dos primeras páginas de ese corto artículo de 1923, presentado como una interpolación en la teoría de la sexualidad, Freud anuncia que la cuestión de la primacía es un punto sobre el que hay algo nuevo. Al respecto, en Tres ensayos de teoría sexual ­termina diciendo que “la primacía de los genitales” no está establecida, o tal vez lo está solo ligeramente. No obstante, ahora argumenta que hay una primacía establecida, pero que se refiere a un órgano, único, el del sexo masculino. La idea de un monismo sexual se establece entonces con firmeza: “No hay un primado genital, sino un primado del falo” (Freud, 1923/2011, p. 171)2.

Freud afirma:

En el estadio de la organización pregenital sádico‐anal no cabe hablar de masculino y femenino; la oposición entre activo y pasivo es la dominante. En el siguiente estadio de la organización genital infantil hay por cierto algo masculino, pero no algo femenino; la oposición reza aquí: genital masculino, o castrado. (p. 175)

Solo tras completar en la pubertad el desarrollo sexual –en una instauración que se efectúa en dos tiempos–, la polaridad sexual ­coincide con masculino y femenino. En una fórmula ­sorprendentemente breve, concluye: “Lo masculino reúne el sujeto, la actividad y la posesión del pene; lo femenino, el objeto y la pasividad” (p. 175).

Podemos entender así esta afirmación: el objeto llega ahí como herencia del primer estadio (la primera distinción sujeto/objeto); la pasividad proviene de la organización sádico-anal. No obstante, descubrimos esa referencia a la pasividad como constituyente de la feminidad. En este texto, Freud (1923/2011) considera que la actividad/pasividad del par, que hasta entonces no había sido atribuida a un género, es redistribuida en el par masculino/femenino según un modelo bastante lineal: “la polaridad sexual coincide con masculino y femenino” (p. 175).

La complejidad de la idea de pasividad sexual, no obstante, ya había sido subrayada por Freud. En una nota de 1915, año en que escribe Pulsiones y destinos de pulsión, donde explora las modalidades de transformación de una forma activa de satisfacción y de su reversión en fin activo; Freud declara:

Ese carácter esforzante es una propiedad universal de las pulsiones,
y aun su esencia misma. Toda pulsión es un fragmento de actividad; cuando negligentemente se habla de pulsiones pasivas, no puede mentarse otra cosa que pulsiones con una meta pasiva. (p. 25)3

Es preciso tener en cuenta que el suelo para el abordaje de la feminidad venía siendo pavimentado desde los Tres ensayos de teoría sexual (Freud, 1905/2017c), donde actividad y pasividad están constituidas como par de opuestos que preceden otros pares opuestos: fálico/castrado y masculino/femenino.

Según Freud, en la segunda fase de las organizaciones pregenitales de la libido:

Aquí ya se ha desplegado la división en opuestos, que atraviesa la vida sexual; empero, no se los puede llamar todavía masculino y femenino, sino que es preciso decir activo y pasivo. La actividad es producida por la pulsión de apoderamiento a través de la musculatura del cuerpo, y como órgano de meta sexual pasiva se constituye ante todo la mucosa erógena del intestino. (pp. 108-109)4

Todo esto va a cambiar mucho con el texto de 1933 La feminidad, pero antes de examinarlo se debe considerar el texto de Freud de 1931 Sobre la sexualidad femenina, que admite una posición paradojal. Escrito una década después del artículo La organización genital infantil (Freud, 1923/2011), se mantiene, no obstante, muy próximo conceptualmente a este, y anuncia un cambio de punto de vista sobre la atribución de pasividad a lo femenino, que se confirmará en el texto que vendrá poco después, en 1932, marcando una notable evolución.

De hecho, Sobre la sexualidad femenina (Freud, 1931/2017b) está enteramente alineado con La organización genital infantil en lo que respecta a la primacía del falo. En una primera parte se puede considerar que Freud desarrolla las consecuencias de esta primacía en la niña, todas organizadas en torno a la ausencia del pene; en una segunda parte aborda la actividad/pasividad, reconociendo un importante lugar a la actividad de la niña, equivalente a la del niño, pero que se mantendrá solo por un tiempo, hasta que ella asuma su destino de mujer, cuando “se observa un fuerte descenso de las aspiraciones sexuales activas y un ascenso de las pasivas” (Freud, 1931/2017b, p. 391)5.
En este texto Freud se basa, a veces explicitando diferencias, en Ruth Mac Brunswick, Jeanne Lampl-de Groot y Helen Deutsch. Se refiere también a Melanie Klein y a su posición de anticipación del complejo de Edipo, postulada en su trabajo de 1928, Estadios tempranos del conflicto edípico, y discute largamente un artículo de Karen Horney.
Sin embargo, un año después, en 1932, en el texto La feminidad, Freud renuncia a la idea de una completa adecuación entre los pares masculino/femenino y activo/pasivo, en la que había avanzado en 1923: después de recordar las especies vivas en las que lo femenino es lo más activo y las situaciones en la especie humana en las que la mujer es activa, Freud “desaconseja” la búsqueda de la coincidencia entre “activo” y “masculino”, y entre “pasivo” y “femenino”. La cuestión de la pasividad se beneficia de un abordaje mucho más sutil en este texto: “puede ser necesaria una gran dosis de actividad para alcanzar una meta pasiva” (Freud, 1933 [1932]/2017a, p. 268)6.

¿En qué medida la oposición entre actividad y pasividad tiene el lugar de representación de la diferencia de los sexos? Según Freud, esa oposición se establece durante las fases anal y fálica. Activo y pasivo vienen a corresponder a fálico y castrado. Los fines pasivos para el niño pasarán a asociarse con la angustia de castración. En cuanto a la niña, su actividad sexual, de carácter originalmente fálico, persistirá bajo la forma de “envidia del pene”. Lo femenino persistirá, todavía, como enigma en su relación con la libido fálica.

Una sociedad conducida por mujeres

¿Cómo no atribuir esos considerables cambios a los debates abiertos por las psicoanalistas de sexo femenino y mantenidos entre los años 20 y 30 del siglo pasado? Freud, en la conferencia escrita en 1932, vuelve a citar explícitamente a estas psicoanalistas:

Puesto que el tema es la mujer misma, me permito mencionar esta vez algunos nombres propios de mujeres a quienes esta indagación debe contribuciones importantes. La doctora Ruth Mac Brunswick fue la primera en describir un caso de neurosis que se remontaba a una fijación al estadio preedípico y no había alcanzado en modo alguno la situación edípica. Tenía la forma de una paranoia de celos y demostró ser accesible a la terapia. La doctora Jeanne Lampl-de Groot [1927] ha comprobado con observaciones ciertas la tan increíble actividad fálica de la niña hacia la madre, y la doctora Helene Deutsch [1932] demostró que los actos de amor de las mujeres homosexuales reproducen los vínculos madre-hijo. (Freud, 1933 [1932]/2017a, pp. 287-288)

En este avance de la teoría de la sexualidad femenina, que comprende la idea de que actividad y pasividad no se excluyen, la especificidad de lo femenino –en lo que se refiere a la libido llamada masculina– queda, no obstante, por especificar.

Treinta años después, la fecundidad heurística de este debate reverbera –impulsada por las analistas que manifestaron oposición a las ideas freudianas sobre la sexualidad femenina, es decir, que dijeron no de distintas maneras– en la concepción falocéntrica. En 1958, Jacques Lacan asume desde la base esta controversia.

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Notas

Notas
1 Sociedade Brasileira de Psicoanálise de Sao Paulo
2 N. del T.: Traducción de J. L. Etcheverry. La traducción de esta cita corresponde a la p. 146 y la de las dos siguientes a la p. 149 de: Freud, S. (1993). La organización genital infantil. En J. L. Etcheverry (trad.), Obras completas (vol. 19). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1923).
3 N. del T.: Traducción de J. L. Etcheverry. La traducción corresponde a la p. 118 de: Freud, S. (1993). Pulsiones y destinos de pulsión. En J. L. Etcheverry (trad.), Obras completas (vol. 14). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1923).
4 N. del T.: Traducción de J. L. Etcheverry. La traducción corresponde a la p. 180 de: Freud, S. (1993). Tres ensayos de teoría sexual. En J. L. Etcheverry (trad.), Obras completas (vol. 7). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1905).
5 N. del T.: Traducción de J. L. Etcheverry. La traducción corresponde a la p. 240 de: Freud, S. (1993). Sobre la sexualidad femenina. En J. L. Etcheverry (trad.), Obras completas (vol. 21). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1931).
6 N. del T.: Traducción de J. L. Etcheverry. La traducción de esta cita y la de la siguiente corresponden, respectivamente, a la p. 107 y la p. 121 de: N. del T.: Traducción de J. L. Etcheverry. La traducción corresponde a la p. 107 de: Freud, S. (1993). La feminidad. En J. L. Etcheverry (trad.), Obras completas (vol. 22). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1933 [1932]).

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