Raya Angel Zonana

Mito y utopía: El origen ha pertenecido,
el futuro pertenecerá a los sujetos en quienes existe lo femenino.
Roland Barthes, 1977


La mayor riqueza del hombre es su incompletud.
Manoel de Barros, 1998

-¡Oh, Diosa venerable, no te escandalices! Perfectamente sé que Penélope es muy inferior a ti en hermosura, sapiencia y majestad. Tú serás eternamente bella y joven, […] y ella, en pocos años, conocerá la melancolía de las arrugas, de los cabellos blancos, de los dolores de la decrepitud, y de los pasos que tiemblan apoyados en un bastón que tiembla. ¡[…] justamente por lo que ella tiene de incompleto, de frágil, de grosero y de mortal, yo la amo, y apetezco su compañía congénere! […]Oh diosa, tú eres impecable: y cuando yo resbale en una alfombra extendida, o reviente una correa de mi sandalia, no te puedo gritar, como los hombres mortales gritan a las esposas mortales: “¡Ha sido culpa tuya, mujer!”, levantando frente a la chimenea un alarido cruel. ¡Por eso sufriré, con un espíritu paciente, todos los males con que los dioses me asalten en el sombrío mar, para volver a una humana Penélope a la que yo mande, y consuele, y reprenda, y acuse, y contraríe, y enseñe, y humille, y deslumbre, y por eso ame con un amor que constantemente se alimenta de estos modos ondulantes, como la lumbre se nutre de los vientos contrarios! (Queirós, 1897/1945, p. 275)1

En las palabras que Eça de Queirós pone en boca de Ulises se hallan las razones para que el héroe griego deje la isla de la diosa Calipso, dominio de la perfección divina, para navegar mares sombríos que lo llevarán a Penélope, esposa imperfecta.

Esta imperfección, desde los griegos hasta nuestros tiempos, está puesta en lo femenino, en aquella que “sufre” la falta.

Mientras Ulises vivía tantas aventuras en su retorno a Ítaca, Penélope esperaba. Tejía y destejía en un largo fort da. Y, mientras eso hacía, esperando aparentemente pasiva el regreso de su marido, el astuto Ulises, Penélope se convertía en una mujer que esperaba y elegía (Heilbrun, 1990, citada en Machado, 2001). La elección no era dada a las mujeres, pero, con el ardid de tejer y destejer, Penélope elegía (activamente) esperar a Ulises y no aceptar (pasivamente) su ya marcado destino de viuda que le imponía casarse con alguno de los pretendientes que la cortejaban. “Puede ser necesaria una gran dosis de actividad para alcanzar una meta pasiva” (Freud, 1933 [1932]/2018b, p. 317).2

Tejer y esperar, trabajo de lo femenino, en varias texturas, hasta en la creación de un nuevo ser. Es lo femenino lo que, históricamente, sustenta la ausencia (Barthes, 1977/1991). Lo femenino sustenta la falta.

Falta que Freud comienza a reconocer en el cuerpo de la histérica. Cuerpo recortado por convulsiones y conversiones, fragmentado por el deseo en que la “carne”, lejos de la nobleza del pensamiento racional, en movimientos y ondulaciones “incoherentes”, mostraría la imperfección y la finitud de lo humano. Un cuerpo que desafía la razón, cosido por el erotismo. Esto era lo femenino, lo que fue, desde siempre en nuestra cultura, puesto en la mujer. A la que el proceso civilizatorio impedía (¿impide?) vivir sus deseos por estar plenos de Eros –y por ello en contra de la civilización–, ya que, para existir, la cultura necesita de la renuncia a la sexualidad y de la presencia de la fuerza de trabajo, esta puesta en lo masculino.

Freud teje durante 40 años su teoría en busca de develar la sexualidad, lo femenino, para llegar en Análisis terminable e interminable (1937/2018a) a la percepción de que lo femenino –eso faltante e imperfecto, prueba de la incompletud y de la finitud– se encuentra no solamente en la mujer, sino también en el hombre. Es de lo humano. Escrito en 1937, este texto es una respuesta a la crítica o queja de Ferenczi de que su análisis con Freud habría sido incompleto (¿imperfecto?). En esta época, Freud vivía, él mismo, la sensación de su finitud, los dolores de la decrepitud, y de los pasos que tiemblan apoyados en un bastón que tiembla.

La feminidad se percibe entonces como la piedra originaria, o la piedra basal en torno de la cual se organizarían tanto la sexualidad masculina como la femenina.

El rechazo de la feminidad, este lado oscuro y extraño que pertenecería no al sexo femenino, sino a los dos sexos, seguiría manteniendo la sexualidad en un tono de enigma. Como apunta Julia Kristeva en la entrevista que el lector podrá leer en este número, la sexualidad entre dos seres es una partida jugada de a (por lo menos) cuatro: cada uno de los integrantes de la pareja con sus dos partes, la masculina y la femenina.

Es la sexualidad humana como un todo, y no solamente lo femenino, la que se constituye en un enigma descifrable, indescifrable, en un territorio errático, donde podemos siempre preguntarnos no solamente qué es lo femenino, sino también qué es lo masculino. Y qué quiere este ser pulsional.

Femenino originario, origen del mundo, es la forma en que Calibán, a partir de estas ideas y de las imágenes de sus tapas, se adentra en este tema, llevada por el 51o Congreso de IPA.

El origen del mundo (1866), tela pintada por Gustave Courbet (1819–1877), tuvo una larga historia hasta llegar a exponerse libremente en París a partir de 1995, en el Museo de Orsay. Pintada por encargo del diplomático turco Khalil-Bey, que la conservaba en su salle de bains, y la mostraba solo a unos pocos invitados escogidos, corriendo una cortina verde que la escondía de la vista de todos, la tela peregrinó por Europa a manos de diversos coleccionistas, y se sabe que uno de ellos, de origen húngaro, la mantenía oculta por otra de Courbet, Le château de Blonay (1875).

Su último dueño, Jacques Lacan, la compró en 1955 y la dejó en su casa de Guitrancourt, en un edículo, en su o cina. A veces llevaba a invitados especiales a contemplar la tela, en una ceremonia que podemos llamar “sacra”, por el tono grave en que tenía lugar, y que Catherine Millot (2016/2017) relata así:

[el cuadro] El origen del mundo estaba disfrazado por una pintura en madera de André Masson, que representaba de manera alusiva el propio tema que supuestamente debía esconder. Se descubría el Courbet retirando un lado de la moldura y haciendo deslizar el Masson. Lacan disfrutaba de este ritual de develamiento. (p. 67).

En todas sus moradas, la tela El origen del mundo vivía bajo velos, reprimida, y su plena contemplación se reservaba a pocos, siempre como un ritual de descubrimiento, literalmente.

Pero entre lo visible y lo invisible hay una hendidura. Allí, en contemplación, solamente la imaginación avanza. Insuficiente siempre, frente a la intensidad del deseo de ver. Actualmente, frente a la obra expuesta en el Museo de Orsay, numerosas artistas hacen performances ubicándose en posiciones que se aproximan a aquella que aparece

en la tela, creando nuevas visiones posibles del origen del mundo, de lo femenino.
Los lectores se preguntarán por qué cuento esta historia.
La tela de Courbet, una ruptura en el arte de pintar la desnudez, es contemporánea

de Freud y de sus estudios iniciales –también una ruptura–, que nos hicieron ver la desnudez de nuestra humanidad. Freud hizo estos estudios sobre los cuerpos danzantes de mujeres que tenían el diagnóstico de histeria. La chose génitale a la que Charcot se refería y que resonó en Freud se mantenía bajo velos que el cuerpo fragmentado de las histéricas denunciaba.

Y ahora, pasados ciento cincuenta años, ¿precisaremos aún de velos para descubrir lo femenino? ¿Ese absoluto extraño?

El origen del mundo fascinaba y todavía fascina. No se podía ver la tela sin un velo que disipase la angustia que su visión provocaba. Fascinación y encantamiento, (des)lumbramiento, atracción, pero también hechizo/fetiche. La visión de los genitales femeninos atrae y horroriza. El paradigma para este arte no es lo bello, sino lo sublime, lo que espanta al desestabilizar al espectador. Es la propia medusa que paraliza a quien la mira.

No obstante, por el contrario, notamos en nuestra cultura y en la contemporaneidad que lo Femenino, lejos de paralizar, promueve el movimiento. Es movilizador de transformaciones creativas, como insiste Julia Kristeva, autora que hace tiempo propone mirar lo femenino como transformativo, tema que se inicia en el texto preparatorio de la conferencia de apertura del 51o Congreso de IPA que Calibán publica, y que se continúa al deslindar detalles en la entrevista en Textual. A su lado, nos sentimos honradas, como editoras, en tener los editoriales de dos mujeres que supieron abrir espacios con su feminidad a posiciones que, en general, en nuestra civilización están reservadas a lo masculino. En el psicoanálisis nos tomamos cien años para dar a la mujer el lugar de dirección que hoy ocupan Virginia Ungar, primera mujer en presidir la IPA, y Cristina Fulco, la primera en presidir la Fepal. ¿Sublimes? A ellas les agradecemos el camino que marcan y que comparten con nosotros en sus textos.

Son muchas las formas de develar lo Femenino. Calibán recorre algunas de ellas en las páginas que siguen. En este número, en Argumentos, tenemos miradas de hombres y de mujeres sobre lo Femenino, y cada uno –en su singularidad– sugiere al lector que expanda su propia mirada.

Escogemos para el Dossier un tema de una terrible actualidad: Exiliadas. Los relatos que leemos conmueven, provocan horror, dolor, lágrimas, y como psicoanalistas nos convocan nada menos que al compromiso.

En este mundo cambiante, Calibán no elude pensar en la entrada del mundo virtual al consultorio de análisis. En Vórtice, “Turbulencia cibernética en los consultorios” nos trae algunas de las mutaciones a las que estamos sujetos en nuestra disciplina, ya que lo humano es nuestro métier.

Inauguramos, tejemos como hace lo femenino, una nueva sección, Incidente, en la cual esperamos publicar textos por fuera de la temática central de la revista, que, sin embargo, insisten, reverberan. En esta ocasión, el texto trata de la creatividad coartada de los textos psicoanalíticos escritos en el período de la dictadura (1964-1975) en Brasil.

Cualquier semejanza con los tiempos actuales no es mera coincidencia. Es sí una alerta a la repetición a la que estamos sujetos.

En El Extranjero, Zélia Duncan, poeta y compositora brasileña que expone su experiencia de vida y de conquistas, nos hace conocer un testimonio con fuerza poética.

Para ella y para nosotros.

Freud también trata de lo Femenino al trabajar el mito de las tres Parcas y aproximarlo a la relación que establecemos con la mujer a lo largo de la vida. La primera mujer, la madre, es el origen de la vida; la segunda, la amante, es siempre falla, pues jamás da el amor que se tuvo –o que se desearía haber tenido– de parte de la madre, y la tercera mujer, la muerte, es la que nos acoge en sus brazos en una eternidad silenciosa.

La muerte, siempre inesperada, surge en los textos de De Memoria, por Mónica Horovitz y Jani Santamaria, trayendo la voz no tan distante de Luis Kanciper, que aún resuena entre nosotros.

En la sección Fuera de Campo, publicamos dos trabajos premiados en el Congreso de Fepal, en Lima. Son textos que están fuera de la temática de este número de la revista, pero dentro del pensamiento psicoanalítico, entretejiendo, uno de ellos, psicoanálisis y comunidad, y el otro, psicoanálisis y arte.

Presentar Calibán y su 14o número con el tema FemeninX se constituye en un feliz encuentro.

FemeninX, para que la X, como un velo, aluda a la diversidad de la sexualidad humana, al cuerpo pulsional, a lo imperfecto, incompleto, aquello que llamamos castrado: nosotros, lo humano, demasiado humano, parafraseando a Nietzsche. Una X que remita al enigma, a lo indescifrable de la vida que, como psicoanalistas, debemos sus- tentar en la incertidumbre, en el no saber y en la angustia que nos impulsa al “más allá”, a un horizonte.

Así también esperamos que pueda ser esta revista.

Como ocurre con El origen del mundo, Calibán fascina. Atrae, crea deseo y parece que en algunos también provoca horror. Es todavía en el lugar de extranjera que esta revista habita algunas sociedades que integran la Fepal.

Su característica de publicar y divulgar un psicoanálisis escrito y pensado en idiomas no “oficiales”, todavía se ve con reserva y asombro. Esperamos que no sea necesario que pasen más de 100 años para que podamos develar la producción psicoanalítica latinoamericana escrita en portugués y en castellano. Para ello, sugerimos que se adentren en la lectura de los textos tejidos y publicados en este número, y que la X de FemeninX se vuelva fuente de sublimes descubrimientos.

Raya Angel Zonana

Editora en jefe, Calibán – RLP

Referencias

Barros de, M. (2010). Retrato do artista quando coisa. En M. de Barros, Poesia completa. San Pablo: Leya. (Trabajo original publicado en 1998). Barthes, R. (1991). Fragmentos de um discurso amoroso. Río de Janeiro: Livraria Francisco Alves. (Trabajo original publicado en 1977).
Freud, S. (2018a). Análise terminável e interminável. En P. C. de Souza (trad.), Obras completas (vol. 19). San Pablo: Companhia das Letras. (Trabajo original publicado en 1937).
Freud, S. (2018b). Conferência 33. A feminilidade. En M. R. Salzano Moraes (trad.), Obras incompletas de Sigmund Freud (vol. 7). Belo Horizonte: Autêntica. (Trabajo original publicado en 1933 [1932]).
Machado, A. M. (2001). O tao da teia: Sobre textos e têxteis. En Texturas: Sobre leituras e escritos. Río de Janeiro: Nova Fronteira. Millot, C. (2017). A vida com Lacan. Río de Janeiro: Jorge Zahar. (Trabajo original publicado en 2016).Queirós de, E. (1945). A perfeição. En E. de Queirós, Contos. Cidade do Porto: Lello e Irmãos. (Trabajo original publicado en 1897).

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Notas

Notas
1 N. del T.: Traducción de K. Ayala. La traducción corresponde a las pp. 173-174 de: Queiroz de, E. (2013). La perfección. Cuadernos Literarios, 10, 165-179.(Trabajo original publicado en 1897).
2 N. del T.: Traducción de J. L. Etcheverry. La traducción corresponde a la p. 107 de: Freud S. (1993). La feminidad. En J. L. Etcheverry (trad.), Obras completas (vol. 22). Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1933 [1932]).

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