Gustavo Sogliano1

La iniciativa surge a partir de la polisémica significación implícita en la propuesta. La siguiente secuencia es la transcripción de tres encuentros y una comunicación escrita con analistas de la Asociación psicoanalítica del Uruguay, presentados según su realización temporal.                                                       

La metodología que propuse en todos los casos fue dialogar a partir de la propuesta de Calibán: ¿Cómo haremos para vivir juntos? Si realizaba preguntas previamente, determinaría un contenido. Por lo que preferí en lo posible, seguir lo que surgiera en cada vez.

Al tiempo de reconocer el notorio recorrido institucional de cada uno de ellos, quiero agradecer a estos queridos amigos y colegas de APU su disponibilidad. También agradecer a Antonella Vignolo, quien estuvo a cargo de la desgrabación, sin su colaboración no hubiera sido posible esta contribución.

Cada tiempo traerá su afán2

Álvaro Zas: Hay respuestas que pueden venir desde el lado de la psicología, sociología, economía, política, demografía, planificación en salud, desde mil lugares. Si tuviese que dar una respuesta pensando como psicoanalista a la pregunta ¿cómo vamos a hacer para vivir juntos? diría “como hemos hecho a lo largo de la historia los seres humanos siempre”. A partir de tu invitación a participar en esta charla me venía la frase “la pulsión es buscadora de objeto”. Creo que la pulsión va a seguir buscando objetos después de esta pandemia, como fue buscando después de cada crisis. 

A partir de una actividad que hubo sobre Incertidumbre, pensaba: ¿esta época es más incierta, o, hay más incertidumbre que en cualquier otra época de la historia?, ¿cuándo hubo certezas para la vida humana en la historia? El ser humano atravesó guerras, epidemias, persecuciones políticas, religiosas, de todo tipo. Cada tiempo, si uno mira la historia, era percibido por sus contemporáneos como el peor. Y sin embargo, hoy por hoy, el 2001 y toda la crisis de aquel entonces no nos parece tampoco tan terrible, de algún modo las preocupaciones pasaron a otro lado, la incertidumbre pasó a otro lado, y aquello no nos parece que tenga ese halo dramático que tenía en aquel momento. 

Y me fui más atrás en el tiempo, ¿cómo vamos a hacer para vivir juntos?, y pensé: en el 85 salimos de doce años de dictadura, de doce años de estar callados viviendo con miedo, con terror, y la pulsión siguió buscando objeto y se reacomodó un poco la historia. El tablero político se empezó a reacomodar, hubo movimientos de distinto signo para que todo volviera a estar como antes de la dictadura, así como también hubo movimientos para recomponer la sociedad que había quedado lastimada, como también sigue lastimada hoy en muchos aspectos. Pero el movimiento siguió como creo que va a seguir después de esta pandemia. Y creo que dentro de unos cuantos años quizás la incertidumbre venga por otro lado y la duda de cómo vamos a seguir haciendo para seguir viviendo juntos va a venir de otros cuestionamientos y otros problemas, otras crisis, otros movimientos sociales, políticos, económicos. 

Y los psicoanalistas vamos a estar ahí enfrentados a la misma pregunta, interrogándonos desde el consultorio, escuchando las zozobras que cada tiempo marca en el devenir; en la gente. Esto después lo veremos en el decir, en cómo cada tiempo se mezcla en el discurso, en el sufrimiento y en la angustia. 

Gustavo: ¿Qué es para vos vivir juntos? Porque la idea de lo que me transmitís apunta a los procesos humanos, a las posibilidades del hombre en la continuidad de su existencia, en una secuencia que atraviesa distintos sucesos: las penurias, las zozobras, atravesados por la angustia. Enfrentándose a la incertidumbre de las circunstancias nuevas cada vez. Luego los procesos permiten visualizar de otra forma lo vivido. Capaz que uno se acostumbra o naturaliza lo que pasó.

Á: Capaz que eso es necesario para vivir juntos. También es parte como de una cosa donde lo social va tejiendo sus redes, sus lazos, sobre cada situación, cada crisis y cada catástrofe que va pasando y la vamos resignificando. Lo que hoy es tragedia, mañana es apenas un mero recuerdo o se olvidó y pasado mañana va a haber otra situación que va a estar sobre el tapete. Más en este tiempo donde estamos sobresaturados de información, donde todo está hiperconectado. Quizás la diferencia de esta pandemia es que sea la primera pandemia vivida hiperconectadamente. Y eso también, con su exceso de información a favor y en contra, haya hecho como una caja de resonancia. No va a ser la última situación. De hecho, todos los acontecimientos políticos corren como en esa vorágine que va dejando atrás, uno tras otro, cada uno de los sucesos, para volver otra vez al presente, al afán de cada día

Vuelvo a lo que vos preguntás: ¿qué es vivir juntos? Si tuviese que decirlo, creo que es el trabajoso reconocimiento de la diferencia, de la alteridad. Me parece que impone al otro. Que impone la presencia del otro. 

La capacidad de reconocer una alteridad y una diferencia que me cuestiona, me conmueve, y también, de un modo, me llama, me conmina a estar.

G: Sí, es algo que convoca nuestra actividad. 

Á: Sí. Es lo que hacemos todos los días acá en el consultorio, estar con otro, ir descubriendo…

G: Ir descubriendo la manera de lograr el encuentro con el otro. 

Á: Es el trabajo nuestro de todos los días. Por eso creo que no va a ser muy distinto. Esto no quiere decir que este momento y esta crisis que se generó a nivel mundial no tenga secuelas. Las va a tener, en muchos sentidos. 

G: Podemos hablar desde que hemos tenido la posibilidad de dedicarnos hace años a una actividad, una función. Pero, ¿cómo vivimos juntos?, ¿cómo nos encontramos con este otro ser que nuestro contemporáneo, con el cual vivimos cada día en distintas circunstancias?, ¿estamos juntos ante las desigualdades que proponen las diferentes circunstancias de vida? 

Á: No sé qué tan juntos podemos estar, qué tanto podemos revertir esas desigualdades que tienen que ver con oportunidades, con acceso a recursos y que enmarcan dramáticamente la vida de la gente, muchas veces. ¿Cuánto podemos hacer frente a eso? Bueno, eso es parte de la lucha cotidiana del desarrollo social, si es que hay evolución social. Yo creo que la hay, que hay posibilidades de revertir esa desigualdad. Y que es una tarea que ha llevado y llevará siglos.  No niego la gravedad de estas situaciones que se han vivido.Creo que dentro de algunos años vamos a ver situaciones que tal vez haya que pensar si no tuvieron que ver con este aislamiento y con los efectos sociales de este tiempo, de estos casi dos años que nos tocó vivir. A ver, el efecto que pudo tener para la educación inicial el aislamiento, es decir, el encierro de los niños que están en período de educación inicial, a los 2 o 3 años, y que tienen que dejar de ir forzosamente a la escuela, del contacto con sus pares, encerrados en sus casas, de pronto cuidados por gente a veces que está deprimida y viviendo una angustia terrible. ¿Qué efectos multiplicadores va a tener esa situación de aquí a cuando esos niños estén, por ejemplo, en etapa escolar o cuando sean adolescentes?

G: Hace un rato dijiste algo con respecto a lo que es esencial, que es consustancial al sujeto: la pulsión como buscadora de objeto. Eso apunta al aspecto más libidinal, es decir, a la posibilidad del hombre encontrándose con otro, alteridad, diferencia, reconocimiento reflexivo, el lugar al otro. Creo que es el lado de la pulsión que lleva a los aspectos vitales.

Á: ¿Qué es la historia de la humanidad? ¿La historia de la humanidad qué es si no son los destinos de la pulsión? De todos los caminos… desde la represión, hasta el trastorno en lo contrario o la sublimación, o la vuelta sobre sí mismo, o todo lo que escribe Freud. No solo desde lo erótico…

G: Mezcla y desmezcla pulsional.

Á: Bueno, con todas sus peripecias, lo que nos mueve como seres que vivimos, en un psiquismo barrado…

G: Sí, hablamos desde la división psíquica…

Á: Hablamos del sujeto dividido, con un psiquismo dividido. Todas las peripecias que traspasan esos lados de división, que unen o que, de algún modo, traspasan la división, son la historia de la humanidad. No solo historia, en la prehistoria también. Ese es el camino que va a seguir la historia y que va a seguir la pulsión. ¿Hasta qué punto y hasta dónde? Hay visiones apocalípticas, algunos dicen que no va a durar mucho, y hay otros que dicen sí… Yo no soy tan apocalíptico, creo que de algún modo cada tiempo traerá su afán, y me parece que en eso se irán presentando nuevos problemas, nuevas variantes de los mismos viejos temas

G: En este sentido, me refiero ahora a los problemas económicos, las dificultades para la convivencia en términos de rivalidades étnicas, políticas, ideológicas. Las brechas ideológicas que aparentemente están muy enclavadas en grupos, en lugares. ¿Eso no va generando como lugares de pertenencia que se cierran sobre sí mismos y que de alguna forma ajenizan al otro? Hay una serie de circunstancias donde cada uno defiende y está junto con los otros que son mis otros, que son diferentes de los otros “otros”. 

Á: Sí, de algún modo, esa especie de armado de un bunker, donde me encierro con mis aliados y que deja afuera a un resto del mundo enemigo. 

G: “Enemigo” ya tendría un lugar, el otro ajenizado es indiferente.

Á: Inexistente, tal vez. Sí, eso también influye. Estos tiempos de gran paranoia, exacerbada por toda una situación de amenaza difusa, que no se sabe de dónde va a venir, se multiplica y hace todo mucho más terrible. El otro es peligroso, es enemigo. Si aparece es enemigo. Si tiene algún registro puede aparecer como peligroso, amenaza, como fuente de contagio. Posibilidad de muerte. 

G: El otro es el que puede portar el virus. 

Á: Claro. Eso no es exclusivo de la pandemia. Eso es parte también de la humanidad. Lo ves a lo largo de la historia, en las dos guerras mundiales, en los movimientos políticos, en las persecuciones religiosas, en los holocaustos, en todos lados. Es tan viejo como la historia del mundo. Agarra distintas formas, creo, toma diferentes pretextos y se escenifica en diferentes situaciones. Esta de hoy es una escenificación de esa escisión, de esa dificultad del lazo social. Con sus particularidades, que muestra rasgos, que tienen que ver con las desigualdades sociales. Cómo en países con mucha desigualdad la vulnerabilidad de la gente es mucho mayor. 

G: Por ejemplo, utilizaba la imagen del Sillicon Valley, como un espacio que cada vez va siendo amplio y a la vez hay un mundo ajeno a todo eso. Mientras hay un mundo que se aproxima a la tecnología, a los centros financieros, afuera está el indigente .

Á: Sí, eso está. Estaba antes de la pandemia y va a seguir después de esta pandemia. Esa diferencia, con o sin tapabocas, estaba y de algún modo había una zona de exclusión en la que cae mucha gente. Ahora creo que también hay efectos de esto que estamos viviendo. Pensando en el tema de la revista, el peso social que va a tener supuestamente la ciencia como reveladora de verdades, o la ciencia como salvadora, yo creo que tiene una importancia central. Pero también, ahí va a requerir una mirada muy crítica, con muchos elementos para pensar. Cuánto hay de un uso mediático de la ciencia para favorecer, no a la ciencia misma, si no a un modo de control social (como en otro tiempo lo fue la religión) y al señor que es dueño de la máquina para hacer vacunas. 

G: Bueno, a intereses que nos determinan. 

Á: Sí, a la máquina de fabricar pastillas. 

La obligación de migrar3

Nelson Gottlieb: Hay dos cosas con lo que me gustaría arrancar. Una, el valor de la pregunta, a mí me parece que según cómo se digan las cosas son los campos que se abren, eso lo sabemos por el psicoanálisis. Entonces que haya una pregunta es una invitación a sondear diferencias. La propuesta esta me parece bastante tentadora. Una pregunta ya describe un campo a tratar de iluminar. Ese es un aspecto: el valor del interrogante. Es una posición política partir de una pregunta y no de una confirmación de algo, ahí hay un tema ético. 

El espacio analítico que tiene algo de interrogantes a veces se satura, ¿en qué sentido? Desde dónde pensar cómo viviremos juntos, cómo vivir juntos, cómo haremos para… desde dónde pensar. Para mí es un obstáculo si uno ya plantea desde un lugar, desde el psicoanálisis, por ejemplo. En el propio fundamento se cita a Barthes, que no era psicoanalista, y cita además un trabajo de Freud.

Es todo un tema si esa pregunta da confirmaciones o no… Leí un escritor que no conocía, David Grossman, una frase que me quedó es que cuando uno se siente feliz lo que surge es la imaginación y frente al estado de infelicidad lo que surge es la memoria. Me gusta porque ahí habla de afectos y de funciones de la subjetividad. Si la pregunta “¿cómo haremos para vivir juntos?” se responde desde el psicoanálisis, me parece que satura en el sentido de que lo que hace es confirmar otra vez de memoria, otra vez  tenemos que citar a Freud, tenemos que citar a quien otro después, para confirmar la pertenencia. 

Gustavo: Tenemos pertenencias.

N: A mí me gusta formularlo: ¿cómo hacer para que el pensamiento sea nómade? No fijo. Que no vuelva al lugar de pertenencia. Me parece que el espacio analítico pensarlo para vivir como una forma tal como me formé, a mí me abre ciertas inquietudes. Sobre todo, con el plano de la convivencia. Cómo hacer si yo trato de vivir junto a quien viene con un interrogante. Cómo tratar de hacer desde ese interrogante un aspecto que tenemos que vivir juntos. 

G: Si lo pensamos desde el lado del psicoanálisis tendríamos diferentes líneas de pensamiento que podríamos seguir. Si lo pensamos desde este lado nómade, que tú decís, la no pertenencia estrictamente.

N: La obligación de migrar.

G: ¿Cómo unimos la obligación de migrar con la posibilidad de estar juntos? 

N: Basado en lo que dice Grossman, si vivimos desde la memoria, y creo que hay un lado del psicoanálisis que se apoya, por ejemplo la transferencia. La transferencia es…

G: Estar juntos en un proceso.

N: Es la forma de estar juntos. Pero es un problema, porque, según Grossman, si es de memoria trae un estado de infelicidad. 

G: La transferencia puede ser también infelicidad, pero es un estado.

N: Vos preguntas ¿qué es estar juntos? Ahí hay una dificultad subjetiva para “estar ahí”. Yo nomino eso “estar ahí”. En realidad, no es una nominación mía, creo que la he leído en Lévinas. ¿Cómo estar ahí? ¿Qué quiere decir? Responder a lo que ocurre… siempre hay un dato que no estaba, que se hace presente y que diferencia el presente del pasado. 

G: Me parece una idea muy válida responder a lo que ocurre, al acontecimiento. Es una manera de poder visualizar un lugar fuera de nosotros. 

N: Sí, que te sacude, te obliga a ser nómade, a no confirmar. Confirmar4 es repetir otra vez las situaciones, por ejemplo, transferenciales. Si estás ejerciendo una situación de memoria, no te permite contemplar los datos de estar ahí. 

G: Creo que te acercás a la idea de la transferencia como alguna forma de repetición, pero también como creación. La transferencia puede ser algo que se revive en un presente permitiendo una creación. 

N: Potenciando, porque ahí depende del interrogante y quién responde al interrogante y la experiencia que surja de allí, o sea, de estar ahí. Pero ese es un aspecto de vivir juntos. 

G: Ahí nos estamos acercando más al aspecto que concierne a una forma de entender una función. Que haya psicoanálisis, o que haya un momento en que la palabra es encuentro psicoanalítico, no implica siempre un estar juntos. Puede haber psicoanálisis y no implicar un espacio donde se genera un encuentro suficiente como para poder decir que ahí pasa algo diferente.

N: No alcanza solo la sexualidad y solo la transferencia para pensar en la forma de estar juntos, porque hay otro aspecto que pasa por lo gestual, por lo que algunos autores piensan la transferencia: el poder. Pienso así en I. Berenstein y J. Puget. El poder está en las relaciones, que estamos atravesados por él, por vivir en sociedad. Por vivir al sur, me parece que hay una condición de colonizados que atraviesa la subjetividad y que da cuenta de posibles instituciones, formas institucionales de estar con otros. Me refiero al poder en minúscula y que se produce en las relaciones con los otros

G: Sí, seguro. Pero, eso que tú decís, de las formas de poder, abre a la historia, a una concepción del hombre, es desde lo social y político

N: De lo político estamos hablando, o sea, porque político es cualquier encuentro y formas de convivencia entre las personas. Tenemos esa concepción de política porque tenemos esa concepción en este momento. No es que seamos mejores porque tenemos esa concepción que los griegos manejaban diferente. Es la posibilidad política de organizarse, la polis, la reunión, las creencias. 

G: Pertenecemos, dice Freud en estos trabajos, a una cultura, nuestra cultura, devenida desde la filosofía griega, atravesada por el judeocristianismo. Hay un lugar de pertenencia, algo así fue lo que dijiste. En ese caso hay un atravesamiento subjetivante que implica una matriz de tipo social y una matriz desde la psicosexualidad. El “y” separa y une.

Y otra idea al respecto, compartimos desde la construcción de nuestra formación, pero también desde haber pertenecido a una generación que ha estado con distintas circunstancias sociales, políticas, estoy haciendo una elección y recortando a quién pienso que puede decirme algo con respecto a esto. Pero, eso deja afuera una cantidad de gente y quedamos nosotros junto con otros, que son los más o menos iguales, y que de alguna forma implican una pertenencia. 

N: Sí, no sé. A mí me parece que la posibilidad de estar juntos debe incluir los otros posibles. Civilización y barbarie en la historia —o como concebimos la historia, porque podemos haberla concebida de otra manera— van juntos. Me parece importantísimo cierto pensamiento nómade, por lo tanto, hay un cierto cuestionamiento a lo institucional, a los Estados. Si es nómade, es extranjero. Y el extranjero por esa función hace al cuestionamiento. Ahora, los extranjeros, a pesar de que las Naciones Unidas se crearon para eso, no parece ser algo que se visualice. 

Cómo tener en cuenta esto que vos traes del acontecimiento, que lo que acontece puede estar referido a un movimiento hacia la civilización o hacia la barbarie. ¿Por qué digo esto? No sé por qué. Pero, estoy convencido que es el otro problema que tenemos para pensar, es un pensamiento meta. Por ejemplo, yo en el 68 era un joven estudiante en el liceo. Me atravesó los ecos de la Revolución Cubana, el Che Guevara, un liceo público, se festejaba además de esas situaciones, el 8 de octubre ¿Cómo advertir de que el pensamiento finalista, por ejemplo: “lleguemos a la revolución”, “hagamos la revolución”, conlleva la posibilidad civilizatoria y de barbarie también? 

Como para no perder la pregunta, hay algo del pensamiento freudiano que a mí me gusta mucho, para no fomentar la idealización. La idealización me parece que aplasta la imaginación. Porque recurrimos a la teoría, porque recurrimos a lo sabido, y lo sabido obviamente que ejerce luminosidad sobre ciertos aspectos. No estoy negando la transferencia. Lo que a mí me llama la atención, hablando de las instituciones, es la necesidad de ser un eje único allí. 

Después yo me pregunto ¿pero por qué no hablar con otra gente?, ¿por qué no intentar? Yo me lo pregunto, no es que lo logre.

G: ¿Porque hay premisas? 

N: ¿Por temor a la eliminación? ¿Por temor a la barbarie? Sí. Porque la barbarie es eso. Acordarte que los griegos decían bárbaros a los persas, que fueron los que inventaron la civilización. O sea que de bárbaros nada, hablaban otra lengua, por lo tanto, por hablar otra lengua es excluyente. La pregunta es ¿por qué hablando otras lenguas es excluyente? Ahí, yo te digo, la torre de Babel…

G: Puede haber estar juntos habiendo distintas lenguas. 

N: Lo nuclear te lo digo, me parece muy importante, que es la necesidad de un reconocimiento o de otra mirada para ser humano. Eso continúa toda la vida hasta que morimos. Esa necesidad de reconocimiento a veces queda entrampada en pertenencias institucionales

G: También pertenencias sociales, ideológicas o religiosas.

N: Esas son pertenencias institucionales. La familia puede ser una institución. El modelo masculino que podamos tener puede serlo… Hay un tema con la necesidad del reconocimiento, depende cómo se genere. En el fascismo es clarísimo ese lugar. Es un lugar sabido, ya configurado, como decían los nazis de las mujeres, que tenían que cumplir con las tres K, niños (kinders), iglesia (Kirche) y cocina (Küche).

Transferencias, entre lo presencial y lo virtual5

G: La convocatoria es: ¿Cómo haremos para vivir juntos? Aquí – podemos pensar –  hay un “juntos”, en lo institucional. Acudimos a tu experiencia y al recorrido profesional. Psiquiatra, psicoanalista y alguien que ha estado muy cerca del psicoanálisis en Latinoamérica. 

Cristina Fulco: De las primeras cosas que me convocó el tema elegido por Calibán, fue pensar en relación a lo que podríamos llamar: ¿“cómo haremos para volver a trabajar juntos” pacientes y analistas, en el retorno a la presencialidad? Considero que esta pandemia produjo un efecto “traumático” en lo relacionado a nuestra práctica. En una semana del diván a la pantalla, sin tiempo previo de preparación, implicó enfrentar cambios y pérdidas, enfrentar duelos tanto el analista como en pacientes. En algunos casos surgió un cierto grado de desorientación en las primeras semanas. El necesario cambio de encuadre, al ser impuesto desde el afuera del espacio analítico, tuvo sus efectos en todos los elementos del encuadre, en el uso de nuestras herramientas. Estos aspectos serían una de las dos vertientes que podemos pensar. 

La otra vertiente, se refiere al desafío para poder sostener el método y los conceptos fundamentales de nuestro paradigma, sin alterarlos, sin desnaturalizarlos. También en el hecho de estar muy atentos a no deslizarnos a una “terapia de apoyo”, en el sentido de trabajar en un nivel Pre Consciente.

Me interpelaba cómo trabajar desde nuestra teoría y desde nuestra práctica en estos “mundo superpuestos”, como dice J. Puget, donde analista y paciente comparten realidades comunes que infiltran el campo analítico. Cuando lo que te trae el paciente, en cuanto a temores, ansiedades, duelos es casi el duplicado de lo que uno está viviendo. Entonces, el cansancio, que muchas veces se atribuye a estar horas frente a la pantalla por el trabajo en la virtualidad, yo lo pienso relacionado al esfuerzo que supone poder trabajar con la realidad psíquica en estas situaciones en que la realidad externa irrumpe en el día a día y en cada sesión en la vida de la dupla analítica. Me parece que eso es el mayor desafío y eso es lo que por momentos puede llevar a un intenso cansancio. 

El trabajo con la contratransferencia es convocado en su “máxima expresión”, porque en los comienzos de la pandemia uno tendía a deslizarse junto con el paciente, a entrar en “charlas” sobre lo externo. Creo que todos vivimos la tendencia de los pacientes a hablar de la cantidad de muertos por día, de los amigos o familiares muertos. Parafraseando a Freud, la sombra de la muerte invadía las sesiones. Podríamos agregar el modo en que las fallas de la tecnología interferían muchas veces la capacidad para sostener la asociación libre y la atención flotante, sumado al hecho de entrar en la intimidad concreta de la casa  de los pacientes. En suma, algo de lo inédito cobraba  —sigue cobrando— el carácter de lo ominoso.

Por un lado surge el desafío y preocupación por mantener la especificidad de nuestro trabajo. Por otro lado, la pregunta en relación al futuro de nuestra praxis. Dos aspectos que nos llevan necesariamente a pensar sobre la transmisión en nuestros institutos en las tres áreas del trípode. 

Esto no excluye dejar de considerar de qué modo se han visto afectados los lazos  familiares y sociales. Las situaciones de aislamiento, de corte abrupto de los vínculos, de falta de abrazos, de falta de contacto, han detonado estados de indefensión y desamparo. Si hablamos un poco teóricamente, estados depresivos, angustias y mecanismos arcaicos de defensa, estados esquizoparanoides, junto con la desmentida y negación, muchas veces evidentes también en los equipos de salud, que antes estaban más en estado latente, como defensa frente a la angustia de muerte y de los cuales el analista no está excluido.

G: Tú estás mencionando varios conceptos. El de trauma, eventualmente ante toda esta circunstancia. La resonancia de eso en el encuadre psicoanalítico. Los efectos de eso en un a posteriori  y…

C: …la elaboración de las pérdidas y el a veces difícil trabajo de duelo. Los mundos superpuestos, el compartir con el paciente. Y el diálogo realidad externa – realidad interna. 

G: Esto es un aspecto desde nuestra actividad en donde lo fundamental pasa por el eje de la transferencia. ¿De qué manera te parece que afecta la transferencia?  ¿Hay diferencia en las transferencias que se establecen entre lo virtual y lo presencial?

C: Creo que sí, porque en el sentido de la transferencia, que implica movimientos de regresión, movimientos —coloquialmente— de meterse para adentro, de poder asociar libremente y de reactivar, reeditar como decía Freud, fantasías y deseos, desplazados a la figura del analista. Esto se ve trastocado también, por algo que a mí me ha preocupado mucho desde el principio, referido al lugar del cuerpo, ¿qué pasa con los cuerpos? En estos encuadres “asépticos” que necesariamente tenemos que mantener y en los cuales lo sensorial, el tacto, el olfato, el contacto corporal al comienzo y final de la sesión centrado en el saludo sea con la mano, sea con un beso. La permanencia reaseguradora del consultorio queda reducida a la mirada y a la voz, muchas veces distorsionada por interferencias tecnológicas. ¿Cómo esto incide en el espacio analítico y repercute en el movimiento transferencial de paciente y analista? 

Recuerdo un paciente, primera entrevista, era en diciembre cerca de la Navidad, yo tenía en el florero esos jazmines muy perfumados típicos del comienzo del verano. La paciente entra y dice: “¡Qué perfume tan rico, este es el olor de la casa de mi abuela!”, se sentó y continuando con el movimiento asociativo empezó a recordar etapas de su infancia, como Proust con el aroma de las magdalenas. En esa primera entrevista ya se levantaba el telón del proceso de análisis. 

G: Lo virtual es aséptico…

C: Exacto.

G: Ahora, ¿cómo volveremos a estar juntos? Tú lo estás ubicando en el terreno de la función psicoanalítica. ¿De qué manera podemos pensar el “juntos” desde el psicoanálisis, y quizás dentro de lo que es la circunstancia del análisis?

C: Antes de eso, me gustaría pensarlo desde el punto de vista de lo familiar, de lo social. Porque esta situación de pandemia ha llevado a estados regresivos, ha despertado vivencias y defensas arcaicas muy fuertes. El necesario aislamiento sanitario ha llevado a vivencias de desamparo, de indefensión. Surgen sentimientos paranoides, aspectos paranoicos. Se detonan conflictos y defensas que habitualmente están latentes y hacen “explosión” en estos contextos en los que lo ominoso no cesa de hacerse presente.

G: Como si se tratara de un a-posteriori.

C: Claro, y además por la situación de fragilidad psíquica que ha producido esta pandemia, en el sentido de situaciones regresivas que denotan defensas primarias, persecutorias, broncas, odios, amores, reproches. ¿Cómo se repara esto? 

G: Detona decís, también denota

C: Yo diría que denota algo latente. La pandemia ha despertado y pone de relieve aspectos fallantes de la estructuración psíquica, tanto de lo reprimido como de lo escindido.

G: El “juntos” ahora dice algo, de la posibilidad del “juntos” de antes. Pensando en tiempos del inconsciente, el “juntos” es algo que implica un “juntos” que tiene que ver con la estructuración psíquica. 

C: Yo creo que sí. Y que además reactiva duelos originarios. Toda esta situación de aislamiento, indefensión, soledad, reproches, broncas, lleva a pensar cómo se procesaron los primeros duelos, qué huellas ha dejado su impronta.

G: Sin el trabajo de elaboración. Te preguntaría cuándo podemos pensar que un duelo está lo suficientemente elaborado. 

C: Nunca. Yo el otro día tenía en el seminario analistas en formación nuevos. Entonces alguien hablaba “¿cuál era el objetivo del análisis?”, y yo digo “¿nosotros tenemos objetivos cuando empezamos con un paciente?”. Recordaba palabras de Freud, que el análisis ayuda un poco a tener mayor capacidad de crear, de amar, de trabajar. Mayor capacidad, pero uno sigue luchando toda la vida con sus conflictos aunque tal vez de mejor manera. 

G: ¿La cultura actual lleva por otro lado? Me parece que tiene algo que ver, porque la diferencia, la alteridad, implica un trabajo con el narcisismo y no solo. ¿Hay aspectos de la cultura, hay aspectos de la sociedad, que provocan mayor repliegue narcisista, en este momento? 

C: Yo creo que sí, sobre todo que provoca un mayor individualismo. Eso que se dice en forma tan gastada, estamos viviendo tiempos en donde el exitismo, la inmediatez, la no posibilidad de espera, no hay posibilidad de introspección, donde hay que estar siempre mirando al afuera y la exigencia de la época, tener éxito y el otro no existe. Una época de exigencia brutal donde no hay tiempos ni espacios de elaboración, ni de reposo. Es  una sociedad competitiva, individualista, donde las cosas grupales tampoco funcionan mucho. Primero estoy yo y después los otros y el mundo… 

G: Eso cuestiono un poco la forma de estar juntos. 

C: Y sí… Lo que pienso es cómo se va a hacer —no lo digo muy académicamente—, cómo volveremos a poder estar juntos. Después de este espacio en donde se han dado tantos problemas. Donde se ha empezado a funcionar con mecanismos tan arcaicos y primarios, donde resurgen los conflictos con la alteridad. Se ha fomentado lo que ya la sociedad venía promoviendo e impulsando a vivir: egoísmo, indiferencia, falta de solidaridad. 

G: La ajenización del otro. 

C: Me encanta, esa palabra. O el otro como enemigo también, como dice Marcelo Viñar, extranjero, semejante o enemigo. Bueno, en esa manera de formular, yo creo que el otro se transforma en algo parecido a lo enemigo, a lo extraño. Vos hablabas del narcisismo, me hace acordar lo que dice Freud del “Yo placer”, donde todo lo ajeno se rechaza y todo lo bueno está en mí, y no hay un diálogo interno-externo. Creo que este “Yo placer” da cuenta de los avatares de la estructuración psíquica en los comienzos, así como del despliegue de la vertiente narcisista y el conflicto con la otredad. 

Porque el “yo realidad definitivo” implica la posibilidad de pensamiento, de aplazar el pasaje a la acción, de la reflexión y de no expulsar todo lo que no es igual a mí.

G: Implica la posibilidad del reconocimiento del objeto como diferente. 

C: Sí, en cierto modo podemos hablar del trabajo con la alteridad y de poder tolerar las diferencias. Se viene hablando mucho de un concepto, bien interesante como es el racismo estructural en Brasil. Todos los movimientos que se han despertado y se vienen organizando sobre algo que siempre existió, efecto de la herencia de la colonia portuguesa. Pero no sólo en Brasil, la colonización española también ha dejado su impronta fuerte. Los países de la costa del Pacífico, con fuerte población indígena, arrastran hoy en día este triste legado de discriminación. 

G: Sí, el tema es afincarse en los orígenes, generando una especie de pertenencia que genera “nosotros” y los “otros”. 

C: Exacto, sí, y el tema del poder. Cómo se filtra el poder. Y esto no es solo en nuestras sociedades, también en las instituciones psicoanalíticas, cómo se administra el poder…

El otro-Lo otro6

Enrique Gratadoux

La convocatoria me recuerda otros juegos de palabras. Juegos que recogimos junto a dos colegas en un trabajo hace años. Allí planteábamos: “Encontramos fecunda la distinción de J. Laplanche entre “el otro” y “lo otro”. En Freud hay por lo menos dos dominios del «otro»: der Andere y das Andere. Estamos obligados a especificar en francés [y en español también], el otro en masculino: la otra persona, y das Andere o das andere Psychiche: «lo otro psíquico», «la otra cosa», simplemente el inconsciente. (Laplanche 1996, p. 129, citado por Delpréstitto et al. 2008).

Evocábamos a Freud: “En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social en este sentido más lato, pero enteramente legítimo.” (Freud 1921c p. 67, citado por Delpréstitto et al. 2008). Comentábamos: 

Creemos que la cita encierra una distinción, el “modelo”, el “objeto” son pasivos en cuanto a que o quien los toma como tales (la pulsión, el yo) pasividad que no encontramos en el “auxiliar” y el “enemigo”, ambos están movidos por propósitos, fines y metas que les son propias y sobre las cuales la influencia del yo es relativa. Lo que mueve al otro entonces hace de él algo más que sólo un objeto, es un sujeto que ayuda, sostiene pero que también puede atacar, seducir, alienar. (Delpréstitto et al. 2008).

Citábamos a Sartre (1945, en Delpréstitto et al. 2008): «L’enfer c’est les autres»7, a Rimbaud (1871, en Delpréstitto et al. 2008): «Je est un autre» a Morand (1971, en Delpréstitto et al. 2008): “De mi padre tengo el físico, pero más robusto; y casi todo lo demás. Mi vitalidad viene de más lejos. ¿Lo quería (a él), o (me quería) a mí en él? Todavía hoy, no consigo discriminarlo”8. Sin atribuírnosla, pero sin poder precisar su origen, mencionábamos la grafía inglesa (m)other para hacer referencia a nuestro primer “otro”.

Retomábamos juegos de palabras ajenos o creábamos los propios: “lo otro del otro”, su inconsciente; “el otro del otro”, una forma de tercero; “nosotros en el otro”, elección narcisista de objeto; “el otro en nosotros”, melancolía, identificación.

Modelo, objeto, auxiliar, enemigo, la pandemia parece agregar a esta enumeración otra dimensión, el otro peligroso para nuestra salud y eventualmente para nuestra vida. Gracias a las vacunas y los antibióticos, en casi todo el siglo 20, los seres humanos parecíamos haber perdido la noción de que podemos enfermar a los otros o que los otros nos pueden enfermar. Creencia que el SIDA hizo poner en duda para muchos, pero que persistió para otras enfermedades más banales. Cuántas veces en el consultorio hemos escuchado, antes de la pandemia, expresiones similares a: “estoy con un poco de tos y fiebre, pero no mucho, además, tengo que ir a trabajar”. No nos concebíamos como vectores de enfermedades trasmisibles, nuestras enfermedades eran un asunto privado.

Se crearon diversas categorías de personas. Portador asintomático: ignorante del peligro que transporta y disemina. Posible portador: irreflexivo e irresponsable que, con síntomas inespecíficos, no nos cuida y hace su vida “normal” a la espera del resultado de los hisopados. Aventurero atolondrado con fantasías omnipotentes que concurre a fiestas clandestinas y otras aglomeraciones. Nunca, desde la última pandemia de 1918, la conducta privada de los otros nos tuvo tan pendientes y críticos, ¿qué lugares frecuentan, con quién se ven, ¿qué hacen en su tiempo libre, se vacunaron?, interrogantes que nos asaltan desde marzo del 2020. Pierde vigencia el “lo que yo hago son cosas mías”. Perspectiva recelosa que nos tiene a la vez como sujetos y como objetos.

¿Por qué hace(n) eso?, ¿por qué cree(n) eso?, ¿por qué difunde(n) eso? La neutralidad distante con que encarábamos al extraño la mayor parte del tiempo, en el transporte colectivo, en la tribuna, en el teatro, en el ascensor, en la cola del supermercado, etc. ha sido sustituida por la sospecha. Sospecha que perdurará hasta que el número de casos positivos, de internados en CTI, de fallecidos con o por COVID, la aparición y diseminación de nuevas cepas, etc. dejen de ser noticia de primera plana o de avance en los noticieros. 

¿Volverán los tiempos de despreocupada “promiscuidad”? La libido narcisista con sus correlatos, la inmortalidad del yo y la validación por el otro de un lado y la libido objetal, buscadora de objetos por otro, hacen suponer que a la corta o a la larga olvidaremos estos meses de temor y nos reencontraremos quizás más ponderados y moderados que antes, pero jubilosos por las posibilidades abiertas a la satisfacción libidinal largamente postergada. Una nueva herida narcisista se perfila, nuestra salud y bienestar no dependen enteramente de nosotros mismos, no alcanza con decirnos “yo me cuido”. Lo que sucede en un mercado mayorista de mariscos del sur de China puede afectarnos en forma casi fulminante; otra contracara de la globalización.


Resumen

El siguiente artículo está conformado por cuatro intercambios con psicoanalistas uruguayos —Álvaro Zas, Nelson Gottlieb, Cristina Fulco, Enrique Gratadoux— que dialogan a partir de la pregunta: “¿cómo haremos para vivir juntos?”. En él se transcriben tres entrevistas y se suma una comunicación escrita que tienen como objetivo dar respuesta a esta interrogante desde su postura como psicoanalistas . A través de esta pregunta principal, el autor propone otras para guiar la conversación: ¿de qué manera pensar el juntos desde el psicoanálisis?, ¿qué es vivir juntos?, ¿cómo vivir junto a “otros” en una sociedad desigual y fragmentada? Los entrevistados, desde sus diversas posturas, proponen diferentes respuestas que tienen que ver con la pulsión como buscadora de objeto en la historia de la humanidad, el reconocimiento de la alteridad, la transferencia como forma de estar juntos, la necesidad del reconocimiento, las pertenencias institucionales, el diálogo realidad interna-realidad externa, la fragilidad psíquica, la ajenización, el sujeto a la vez objeto, la sospecha al “otro”.

Palabras clave: transferencia, pulsión, ajenización, alteridad, reconocimiento, pertenencia, psicoanálisis

Abstract

The following article is made up of four exchanges with Uruguayan psychoanalysts — Álvaro Zas, Nelson Gottlieb, Cristina Fulco, Enrique Gratadoux— who dialogue based on the question: “How will we live together?”. In it, three interviews are transcribed and a written communication is added that aims to answer this question from their position as psychoanalysts. Through this main question, the author proposes others to guide the conversation: how to think together from psychoanalysis? What is living together? How to live together with “others” in an unequal and fragmented society? The interviewees, from their various positions, propose different responses that have to do with the drive as an object seeker in the history of humanity, the recognition of otherness, transference as a way of being together, the need for recognition, belongings institutional, internal reality-external reality dialogue, psychic fragility, alienation, the subject at the same time object, the suspicion of the «other».

Keywords: transference, drive, alienation, alterity, recognition, belonging, psychoanalysis.

Alvaro Zas

Psicólogo. Magister en Psicoanálisis. Miembro de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay.

Docente adjunto del Instituto Universitario de Postgrado en Psicoanálisis de APU. Analista del Instituto. Ex docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República. Docente de Teoría Freudiana en el Centro Uno (Montevideo) 

alvarozas@adinet.com.uy

Nelson Gottlieb

Psicólogo. Psicoanalista.  

Ex.  Pdte. de Aupcv. Asociación uruguaya de psicoanálisis de las configuraciones vinculares. Ex.  Pdte. de Flapag . Federación  latinoamericana de psicoanálisis de grupo.

Ex. Integrante del laboratorio de familia y pareja de Asociación Psicoanalítica del Uruguay.  

Docente de Aupcv. Coordinador del “Espacio a la deriva” en Aupcv.

Extranjero

nelsongott@gmail.com

María Cristina Fulco

Médica Psiquiatra Psicoanalista. Ex  Pdte. de FEPAL  EX Pdte. de APU. Directora Científica y el Instituto  de APU. Coordinadora de la Comisión de Formación y Transmisión del   Psicoanálisis de FEPAL Integrante del Comité de Educación de IPA

 Coordinadora de los Ateneos Clínico – Psicoanalíticos de la Clínica Psiquiátrica de la Facultad de Medicina  de la Universidad de la República- UDELAR

mcfulco@gmail.com

Enrique Gratadoux

Médico Psiquiatra. Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay.

Docente en funciones. Ex docente de la Audepp. Facultad de Medicina y Facultad de Psicología.

gratadoux@gmail.com

Gustavo Sogliano : Psicólogo. Psicoanalista, Miembro Asociado de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay. Ha participado activamente en distintas intervenciones en la comunidad desde el Centro de Intercambio Pola Hoffnung. Ex. docente en la Facultad de Psicología del Uruguay. Es docente invitado en  los cursos de formación permanente de Udelar.  

sogliano@montevideo.com.uy

Notas

Notas
1 * Asociación Psicoanalítica del Uruguay.
2 * Alvaro Zas, Asociación Psicoanalítica del Uruguay.
3 * Nelson Gottlieb, Asociación Uruguaya de las Configuraciones Vinculares.
4 * Diferencio confirmar (que está basado en la repetición) de la afirmación (que es una producción nómade). Cuando caminas y apoyas un pie, te afirmás al caminar. En un trabajo de hace tiempo, ubico la confirmación como producción narcisista basada en la repetición y la afirmación como producción ejemplificada por un nómade: Abraham (padre de los musulmanes y judíos cristianos).
5 * Cristina Fulco.  Asociación Psicoanalítica del Uruguay.
6 * Enrique Gratadoux – Asociación Psicoanalítica del Uruguay.
7 * “El infierno son los otros” o mejor, “el infierno es los otros”
8 * (…) de mon père, j’ai la physique, en plus robuste; et presque tout le reste. Ma vitalité vient de plus loin. L’aimais-je, ou moi en lui? Je n’arrive pas, même aujourd’hui, à faire le départ (…) 

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