Néstor Marcelo Toyos

Nunca he estado más comunicado y más sociable que en estos días de ASPO1, nuestra nueva sigla rectora. Una paradoja, entre las tantas que nos sacuden en este insólito momento del mundo. Aceptémosla como un punto de partida, un primer nudo para intentar una urdimbre que permita ordenar algún discurso en este océano data-viral que por momentos nos “ahoga en números”2.

Si reviso solo una de las varias redes sociales en las que invierto una parte nada despreciable de mi tiempo desde el comienzo del ASPO en Argentina, los intercambios ad hoc se han multiplicado de forma exponencial; como el COVID-19 elevado a la segunda potencia, se han viralizado: audios, videos, memes, fotos, se cuentan entre los más numerosos; también artículos académicos y no tanto, comunicados más o menos oficiales; y en los últimos días, cada vez más ofertas de espectáculos y actividades culturales online (cine, teatro, recitales) y de distintos ejercicios de entretenimiento (acertijos, criptogramas, juegos de ingenio, etc.)

Esta pandemia que vivimos en tiempo real me hace acordar a la Guerra del Golfo, en la que pudimos ser espectadores del preciso instante que un misil disparado desde un avión americano se introducía por la ventana de una casa irakí. La sofisticación de la información es incesante, así como la ilusoria participación del público en el control del mal que padece y la impotencia para evitarlo.

Me impactó mucho la animación en la que se pudo ver esta progresiva viralización del mundo y su flujo cambiante según el paso de los días en los distintos países. Una verdadera presentación en power-point de la “gestión del virus”, según la ingeniosa denominación que Paul Preciado inventó hace pocos días. Sigamos algunas ideas de este autor en su texto “Aprendiendo del virus”, publicado ayer en el diario El País de Madrid:

  1. La “inmunidad” a la que accederemos pasada la pandemia es el último eslabón en una cadena de inmunizaciones colectivas, siempre trágicas, que comienzan con la lepra en los tiempos bíblicos, siguen con las pestes, la sífilis y, ya en el siglo XX, con el HIV. En cada brote, el control biopolítico aumentó y se perfeccionó
  2. La “gestión de la epidemia” del coronavirus está siendo una construcción de poder en progreso, comandada por la ciencia y la medicina, a la que asistimos online con cifras actualizadas en tiempo real. Literalmente, hemos consentido al confinamiento hogareño de nuestros cuerpos. ¿A qué consentiremos en el futuro? ¿Cuántos de los mecanismos de control mediados por la inteligencia artificial contarán con nuestra complacencia?
  3. Por último, lo que me resulta más interesante. Preciado correlaciona la emergencia de la sífilis y la epidemia de peste negra del siglo XV con la invención de la imprenta, con el pasaje de la palabra oral a la escrita, lo que se articula con los cambios sociales impulsados por el empuje del capitalismo colonial. Del mismo modo, la pandemia a la que asistimos hoy se ubica en un momento de pasaje de la hegemonía del escrito a la que llama “sociedad ciber-oral”.

Si estos cambios se viabilizan por mutaciones del orden simbólico –recordemos que Lacan comparó al lenguaje con un virus- y son las epidemias – que Freud comparó con el psicoanálisis- las que empujan al modo de una pulsión estos movimientos de la historia, entonces los psicoanalistas deberíamos preguntarnos si queremos disciplinar nuestra práctica, inmunizarla, o bien aceptar una única orientación: lo Real.

ÚLTIMO MOMENTO: Hace menos de dos horas he recibido un dossier en que se recogen los textos que prestigiosos pensadores (incluido Preciado) han producido en el último mes sobre el coronavirus. Son 17 publicaciones, con sesgos diversos y talentos parecidos, que muestran sin embargo diferencias apreciables en torno al diagnóstico y al pronóstico de esta pan-viralización. Tenemos el escepticismo distante de Agamben y la réplica encendida de  Žižek, quien avizora la posibilidad de una nueva oportunidad para el comunismo, siempre que no triunfara la opción autoritaria que tanto nos preocupa. También hay posiciones intermedias como la de Byung-Chul Han, quien descree que un virus pueda vencer al capitalismo. Y otras más extremas, como la de “Bifo” Berardi, que hace una descripción de gran intensidad de su viaje de regreso de Lisboa a Bolonia en pleno empuje del contagio en la península. Convocando en su ayuda el espíritu de Deleuze, perplejo ante lo que llama una “mutación tecno-psicótica”.

La recopilación aludida lleva un título cuya ironía disfruto: “Sopa de Wuhan”. En su portada se agrupan como los lobos en el árbol del sueño de Serguei Pankjeff los rostros amenazantes de varios murciélagos. Miran al lector, esa mirada ominosa ofrece el salvoconducto de una causa. Pero no estamos soñando como el Hombre de los Lobos, aunque el hiperrealismo abrumador en estos días por momentos se torna onírico, y el confinamiento de nuestros cuerpos, su sujetamiento entre cuatro paredes y la protección del hogar nos invitan a dormir.3

En ocasión de estudiar las causas del poder del hipnotizador, después de considerar aquellas razones psicoanalíticas que resultaban menos extrañas a la ciencia de su época, Freud dejó para el final una observación que le había acercado su discípulo Ferenczi. El joven Sandor proponía que el poder de amo de quien podía sumir en el sueño hipnótico a un semejante provenía de una determinada representación inconsciente que operaba en éste: la de su propio padre, en particular su voz, que ordenada cada noche “¡A dormir!”.

Cuando despertemos este Otro Pandémico, en el mejor de los casos, se desvanecerá. Despertaremos. Y sería muy interesante que estemos dispuestos a pagar el precio de algún insomnio futuro, incluso de una que otra pesadilla.

Néstor Marcelo Toyos. Asociación Psicoanalítica Argentina. Psiquiatra, psicoanalista, magister en neuropsicofarmacología, Universidad Favaloro, Buenos Aires.

Notas

Notas
1 Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio
2 Acepten también este homenaje a Peter Greenaway y su película “Drowning by numbers” (1988), en la que la secuencia disparatada de las acciones sigue el orden de una numeración estricta, lo que no hace más que sumar desconcierto y perplejidad a la narración.
3 “Protección del hogar” para algunos. La empleada que trabaja en mi casa, habitante del conurbano bonaerense profundo, cuando le pregunté si iba a venir a salvarme de las tareas domésticas, me contestó: “No Marcelo, no puedo salir de casa, está la policía en la calle, me pueden meter presa…Qué voy a hacer, me tendré que quedar presa en mi casa…” No puedo revelar detalles, pero yo sé que esa expresión tiene poco o nada de metáfora.

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