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Paulo Endo *

En una primera muestra con los resultados parciales de esta investigación (Endo, 2018a, 2018b), busqué presentar algunas contribuciones del pensamiento freudiano de los años 1895 a 1900, sobre un concepto de memoria que no se restringe a la dinámica del recordar o el olvidar. Para el psicoanálisis, estos conceptos se situarían en la esfera de las experiencias de vida consciente y oscilarían entre el consciente y el preconsciente.

Una contribución decisiva del psicoanálisis, y que la clínica psicoanalítica nos permite constatar, son los diversos matices de las experiencias de la memoria, como el recordar mal (los síntomas), el recordar para olvidar (los recuerdos encubridores), lo imposible de recordar y lo imposible de olvidar (lo reprimido), que consagran y permiten reconocer otras experiencias y dinámicas de la memoria, cuyos giros son inconscientes. En aquella oportunidad de mi primera presentación, destaqué la importancia que Primo Levi les asigna a los sueños en su literatura de testimonio e intenté acercar sus análisis a las narrativas de sueños de exprisioneros de Auschwitz2.

Esta segunda presentación no se va a detener en los sueños específicamente, sino en el trabajo de los que de cierta forma amparaban, escuchaban y se proponían atribuirles algún sentido a esos sueños, tarea considerada imposible para quien sueña: se trata de los llamados narradores del destino (fortune-tellers). Es difícil definir con certeza el papel que los fortune-tellers tenían en los campos. En realidad, en la propia literatura de testimonio no se los destaca demasiado. Uno de los méritos de esta investigación es, justamente, contribuir a poner de manifiesto algunos elementos que no aparecen en otras investigaciones testimoniales sobre los campos de concentración y exterminio, y, específicamente en este caso, sobre los campos de Auschwitz-Birkenau.

Antes, sin embargo, son necesarias algunas palabras sobre Stanisław Kłodziński (1918-1990), exprisionero de Auschwitz. Se trató de un médico polaco, neumólogo y sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz. Después de haber sido liberado, se volvió conocido por algunos escritos que redactó sobre Auschwitz y, en particular, por haber creado el Auschwitz Journal of Medicine en 1961, que tenía el objetivo de discutir y debatir sobre los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra y sus consecuencias para la salud de los sobrevivientes.

En 1971, siendo todavía editor de la revista, Stanislaw le solicitó al staff del museo Auschwitz-Birkenau que les enviaran a los expresidiarios sobrevivientes del campo un cuestionario indagando sobre los sueños que habían tenido en Auschwitz.

Las respuestas sumaron centenares de sueños en más de quinientas páginas de relatos y respuestas a ese cuestionario enviado. En este, una de las preguntas elaboradas por el neumólogo Stanislaw Kłodziński mencionaba a los fortune-tellers. La pregunta donde aparecía esta mención fue formulada así: ¿Qué podría decir usted sobre la vida en el campo y después de ese período (narradores del destino en la prisión y en los campos, etc.)?

Los “narradores del destino” eran aquellos que se ofrecían a leer el futuro, prever el mañana y revelar el fin de la desdicha, y que algunas veces, más raramente, preveían desenlaces trágicos y muerte. Eran intérpretes de sueños, leían las manos, leían cartas. Algunas veces se disponían a hacerlo por un pedazo de pan, una pieza de ropa o cualquier objeto que pareciera útil en el campo, todos ítems raros entre los prisioneros de Auschwitz.

Sin embargo, para algunos sobrevivientes que respondieron esta pregunta y el cuestionario, los fortune-tellers eran meros aprovechadores de la buena fe de los prisioneros y de su desdicha.

Entre todas las menciones relacionadas con los adivinos o “narradores del destino” en las respuestas al cuestionario, están las de los exprisioneros que, simplemente, desecharon la pregunta diciendo que no habían encontrado a esos narradores del destino en Auschwitz o que no le daban mucha importancia a ese tipo de actividad en el campo, o incluso que los veían como simples aprovechadores de los ingenuos que a ellos recurrían. Sin embargo, apreciaciones lacónicas y de este género son las menos frecuentes en las respuestas al cuestionario.

A continuación, aparecen algunos ejemplos (Archivos de sueños, s. f.)3:

Yo nunca vi ningún narrador del destino en el campo. (Q1/F17)4

Las narraciones de destino eran muy comunes, especialmente en la prisión, pero yo solo oía las profecías para matar el tiempo, jamás pensaba que alguna pudiera llegar a realizarse. (Q1/M19)

Nunca les presté la más mínima atención a las narraciones de destino en las prisiones o en los campos. Como veía a los narradores del destino como gitanos que también eran llevados a las cámaras de gas junto a los otros, yo pensaba: si ellos no pueden leer sus propios futuros, ¿cómo podrían leer el mío? (Q1/M39)

Yo siempre pensé en la narración de destino como fraude o engaño. En la mejor de las hipótesis, era un juego de entretenimiento. (Q1/M42)

A diferencia de estos ejemplos, encontramos que la mayoría de los sobrevivientes que mencionan a los fortune-tellers muestran un fuerte interés por ellos, y observamos la importancia que los presos les daban a esos “servicios” realizados en el campo, por lo que, a veces, enseguida después de que se despertaban salían a la carrera para escuchar lo que sus sueños podrían predecir sobre su propio futuro, sus seres queridos no encontrados y el fin de la guerra.

Cito uno de los testimonios:

El trabajo de narración de destino (adivinación) también podría conducir a su practicante a obtener las gracias del superintendente de bloque y del Stubendienst. En el otoño de 1943, había una anciana con bajo número en el campo, en el lager A, en Birkenau, que hizo fortuna al transformar la adivinación (narración de destino) en casi una profesión. Ella tuvo fuerte lucro, que le fue pagado con ofertas de cuidados. Ella tenía las cartas de adivinación que ella misma había confeccionado (en cartón de embalaje). Todos los viernes, que supuestamente eran muy auspiciosos para la lectura de cartas, ella tenía enjambres de presos en fila para (hablar con) ella. (Q1/F8)

Muchas de las menciones sobre los narradores del destino manifiestan considerable estima por esa actividad realizada en el campo, y para muchos funcionó como una estrategia para mantener la esperanza y la expectativa de días mejores, y para creer en el futuro.

A continuación, algunos testimonios más:

Cuando estuve en cuarentena en Birkenau, tuve un sueño que recuerdo bien, en el que yo tenía que conducir un carrito chicoteando a mi caballo por un camino en la floresta. El tiempo estaba caluroso y soleado. De repente, un silbido alto nos despertó. Cuando me levanté de mi litera, confié en mi vecino, un completo extraño, contándole algunos detalles del sueño. Él rápidamente me llevó al otro lado de la cuadra, donde la narradora del destino correspondiente a ese bloque y el lector de sueños dormían.
En realidad, el hombre era un prisionero de unos cincuenta años, más viejo que nosotros, de Rzeszów, y usaba unas gafas gruesas muy características, por las que se preocupaba obsesivamente, como él mismo admitió. Yo no lo conocía de antes, esa fue la primera vez que lo vi.
Luego de oír el breve relato de mi último sueño, la cartomante me preguntó mi fecha de nacimiento y estudió la palma de mi mano cuidadosamente. Entonces comenzó a describir mi situación, y su relato fue el siguiente: “Hace muy poco tiempo, usted casi perdió la vida en dos oportunidades. Pero eso ya pasó, usted sobrevivirá al campo e inmediatamente partirá en un viaje, pero mientras esté en el campo, será como la rueda chirriante de un carrito. Sufrirá constantemente, pero volverá a su casa donde una persona estará ausente. Usted cambiará de profesión y vivirá una larga vida”. Pero entonces el silbido alto nos mandó entrar al control de presencia frente a nuestro bloque. Nos quedamos uno al lado del otro, y yo esperaba que ella le agregara algo a su adivinación, cuando fuera la oportunidad.

De cualquier forma, en el momento en el que ella comentó sobre dos situaciones de riesgo de vida, me interesé más. De hecho, luego de uno de los exámenes de la Gestapo, llegué a mi límite, pues no quería decir nada impropio que pudiera herir a los otros, especialmente considerando que los seres humanos solo pueden soportar hasta cierto grado de tortura5. Y decidí acabar con mi vida. Yo estaba en el ático, en un cuarto piso, cercado por mis torturadores, y salté por una pequeña ventana, pero antes que todo mi cuerpo estuviera del lado de afuera, me tomaron de las manos y los pies y me arrastraron nuevamente hacia adentro. Luego me esposaron y me dejaron en una pequeña celda oscura bajo el edificio. Allí me corté las venas con una lámina de afeitar que encontré. Yo sangré mucho, pero no me morí porque ellos fueron rápidos y llamaron a un médico para que me ayudara. La siguiente parte de mi relato no está ni un poco relacionada con esta historia.

Cuando escuché que la cartomante hablaba sobre cosas que solo yo sabía ‒mi situación… encarar la muerte dos veces…‒ me interesé por sus vaticinios y comencé a prestarles atención a sus palabras.
Me detuve en la fila del control de presencia frente al bloque ‒el campo en el que Schreiber estaba controlando el número de prisioneros designados para el transporte‒ y entre los demás oí mi número en la lista.
Cuando salí de mi fila, la cartomante me llamó: recuerde, cuando usted es un prisionero, el transporte es un viaje. Una cosa se hizo realidad, y así será con la otra, acuérdese de esto. Ella tenía razón: fui transportado, me sentí como una rueda chirriante, sobreviví al campo y volví a casa.
Volví a ver a la cartomante a inicios de 1945, en un campo completamente diferente. (Q1/M6)

En muchos casos, y algunos relatos afirman esto, los narradores del destino señalaban una vida posible después de los campos, preveían que los presos saldrían de allí y retomarían sus vidas, indicaban que sus seres queridos aún sobrevivían en algún lugar y que, en el futuro, sería posible reencontrarlos.

Para algunos que oían estas palabras era como cambiar drásticamente la máquina de penurias y sufrimientos por un instante, era como volver a vivir, imaginar, esperar y desear un futuro posible. Era como restablecer, en medio de los riesgos y las ganas de perecer, el devaneo protésico del devenir y la potencia psíquica capaz de poner en marcha una fantasía que se extendía más allá del aquí y el ahora, más allá del tiempo presente, elaborando un futuro imaginado jun- tos, mecanismo perdido por las urgencias impuestas en la cotidiana penuria del cuerpo y del psiquismo.

En el testimonio de ese hombre que mientras estuvo en Auschwitz había intentado suicidarse dos veces sin éxito y que sobrevivió y tuvo una larga vida, como predijo el narrador del destino (el adivino), la palabra pudo definir un futuro porque escuchó las aflicciones del presente y, juntos, soñador y narrador del destino inventaron e imaginaron un más allá del aquí y ahora, imposible en el presente, pero posible en otro tiempo y lugar forjados junto con otra presencia humana para la cual los deseos eran factibles, los sueños eran realizables y la muerte no era inexorable, una escucha que ampliaba los límites del tiempo mientras la muerte rondaba. Juntos, soñador y adivino emulaban una experiencia ahora inexistente, pero plausible después; improbable en los campos, pero posible en la vida a ser aún vivida, esperada y lejos de Auschwitz. Algo que pudo ocurrir en aquellas circunstancias especiales e inventadas, en las que dos personas se reunían amparándose para imaginar algún triunfo sobre la condena más brutal.

En psicoanálisis decimos: es preciso por lo menos dos para escuchar el inconsciente (Anzieu, 1989, p. 418; Felman, 2000, p. 27). En alusión a esto, podríamos decir que es preciso al menos dos para forzar a uno de ellos ante los bloqueos de su pena cotidiana, cuando el dolor y la muerte no son eventualidades, sino amenazas constantes e inminentes que gritan tan pronto como se abren los ojos o, como dice Primo Levi, tan pronto como se oye la voz del soldado nazi gritar en los galpones “¡A despertar!”, sellando un destino desde el amanecer.

Serían precisos, entonces, por lo menos dos humanos para reencontrar la humanidad en el hombre que el propio hombre ha hecho desaparecer.

Lo que Elaine Scarry observó en su obra Body in pain (1985) sobre las situaciones de tortura y dolor impuestas en medio a la completa asimetría indica lo mismo (p. 164). El dolor es una experiencia sin objeto; imaginarlo remite a objetos sin experiencia. ¿Cómo, entonces, imaginar en medio de lo inimaginable, donde impera la inminencia del dolor absoluto que destruye y deshace, traumática y urgentemente, todas las conexiones con el mundo y con los objetos? ¿Cómo crear e inventar en un tiempo entristecido por la inminencia del fin de todo y de la muerte? Es más, si a veces la función de la fantasía es saturar el vacío con una representación, ¿cómo llenar las lagunas dejadas por la promesa de la muerte inminente y del tiempo futuro que no existirá si no es representando la escena de fantasear juntos?

La importancia y fuerza de este gesto de comunión constituía, en algunos momentos y para algunos individuos, un lenitivo para el trauma de la angustia de la muerte, precisamente porque ese mundo arruinado parecía reerguirse ansioso, entre las piezas destruidas por la devastación, en ese breve cuchicheo que casi emitía instrucciones a ser seguidas: “no desista ahora”, “aguante firme” “más adelante están la libertad, la vida, el amor…, ¿consigue verlo?”.

Esa conexión que, según todo indica, sucedió muchas veces entre los narradores del destino y otros prisioneros de Auschwitz parece revelar un vínculo que se crea para restituir la posibilidad de recuperar objetos borrados por el dolor y el mundo que les pertenece, y pedir prestada la imaginación que ya no es posible sin la escucha, el amparo y un enunciado que proviene de los saberes lejanos e inciertos de un extraño (fortune-teller).

Se trata de un préstamo para forjar y forzar la imaginación del devenir a partir de los rasgos que restan de lo que ya ha sido vivido y de las marcas psíquicas precedentes. La fantasía, en este caso, se manifiesta como una posibilidad de soportar lo traumático, lo que se transfiere a la figura de los narradores del destino, quienes, por su parte, soportan y proyectan en un futuro imposible de imaginar solo y cuya referencia son las marcas del pasado aún activas.

El devenir sería, sobre todo, retomar la propia vida, reencontrarse con los suyos, retornar a su casa y a su ciudad.

Los continuos y constantes golpes en el cuerpo. y las privaciones que se les han impuesto imposibilitan los procesos secundarios y la actividad sublimatoria que la fantasía también no raramente proyecta y hace posible psíquicamente. El cuerpo en dolor se convierte en una fuente extrema de necesidades y entra en juego la pulsión de supervivencia. Vector del trabajo psíquico que hace primario y prioritario posibilitar las condiciones de supervivencia del organismo consideradas urgencias psíquicas. La urgencia por alimentarse, protegerse de la intemperie, librarse del agotamiento y evitar el propio aniquilamiento drenan el trabajo y la energía psíquica al punto de la autoconservación, y no es raro que puedan lanzar al sujeto a una práctica prenarcisista de vaciamiento y aniquilación del yo.

Así lo testifica un sobreviviente:

Como en la prisión, normalmente era imposible dormir en los campos.
¿[Cómo] uno podría dormir, relajarse y descansar?
Estábamos hambrientos y sedientos. Dormíamos con ropas húmedas de nieve, lluvia y neblina. Dormíamos con otras siete mujeres en una litera inferior, media o superior, o ‒más tarde‒ en un galpón de madera, en Birkenau. Sentía tanto frío que me despertaba en el medio de la noche y precisaba caminar hasta el distante galpón sanitario. Dormía entre el humo de las chimeneas de los crematorios. Dormía tan cerca de la rampa que se podían escuchar todos los trenes que llegaban para descargar otro transporte de personas. (Q2/F85)

Al encontrarse subjetivamente vinculados a las previsiones de los narradores del destino, muchos presos reencontraban en la escucha de su padecimiento y desesperación, y en el aquí y ahora del campo, una pausa que mostraba a los narradores como avalistas del tiempo, prediciendo que el sufrimiento y la atrocidad no durarían para siempre, cederían y en algún momento, no muy distante, pasarían.

Se reestablecía así, por un momento, a partir de la afirmación y de la apuesta de los narradores del destino, que ese tiempo podía ser previsto, vivido e imaginado, se reestablecía el derecho y el sentido de esperar, de resistir. Y el sentido de esa espera vendría acompañado del deseo de aún estar vivo cuando el tiempo del sufrimiento llegara a su fin.

Como observa uno de los sobrevivientes:

Deberíamos estar agradecidos a los narradores del destino (adivinos), lectores de sueños, profetas y poetas porque encendían destellos de esperanza en el desesperado desierto espiritual, en nuestros corazones agonizantes. Ellos nos hicieron creer que el bien puede prevalecer sobre el mal, la justicia sobre la ilegalidad y la violencia. Solamente los que pasaron por el horror de la depresión, el tormento de la melancolía, la oscuridad de la desesperación inconsolable, solo ellos pueden saber cuánta paz y alivio esas informaciones ‒ver la luz del sol por detrás de las nubes, el rumor sobre las fuerzas aliadas presionando las líneas del frente‒ que entraban en nuestras almas [ilegible] traían. Se trataba también, y en muchos casos, de un instante de reconstrucción y de esperanza en el porvenir, amparado por un deseo de restituir el pasado que el sujeto psíquicamente aún guarda: volver a la vida que se tenía antes del campo6. (Q2/M76)

En el absurdo de la ferocidad de la tortura se concentraban la falta de propiedad del propio cuerpo, roto por la fuerza bruta, y la falta de propiedad de la experiencia temporal, manifiesta en el secuestro del tiempo por los torturadores: “tengo todo el tiempo del mundo” es una frase repetida de muchas maneras por los que ejecutan la tortura. Se ataca de este modo y cotidianamente al torturado con la radicalidad que vuelve insoportables los procesos de dolor y muerte cuando, en la escena de la violencia, uno tiene la eternidad y el otro la espera; uno tiene todo y el otro nada.

Recuerdo y asocio aquí un hecho que me sucedió a partir de un ejemplo de Françoise Dolto7, al cual le añadiré mi propia interpretación, acerca del niño que experimenta con gusto los primeros pasos caminando y el incipiente control cenestésico, acompañado por la mirada expectante de los padres, y que al desequilibrarse se golpea la cabeza contra un mueble y llora, a veces desesperadamente (Dolto, 1992).

El niño siente un dolor inédito, un dolor nunca sentido y fuera de los registros psíquicos provocados por experiencias anteriores a las cuales no puede recurrir, y se desespera porque, a veces, le falta el sentido del tiempo que pasa y la representación de un cuerpo futuro sin dolor. Como frecuentemente ocurre, un adulto sensato se acerca al niño y le dice: “ya va a pasar, ya va a pasar”.

En ese momento, el adulto interpela la experiencia del dolor que no cesa y se vuelve un aval del tiempo futuro, se vuelve quien garantiza que otro tiempo sin dolor existe y es posible, invitando al niño a que crea en ello, pautado por su presencia y por su propia experiencia, en la que el niño frecuentemente confía y por eso se calma. Entiende que el futuro se construyó allí mismo, mientras un adulto lo ayudaba a soportar el tiempo presente.

Tal vez en parte se trate del registro de una experiencia muy cercana a la que, ante la ausencia de todas las referencias, incluso las familiares, en el instante de la tortura y de las privaciones, los registros de placer parecen desaparecer atacados por la imposición continuada del dolor. A veces el preso busca en el paso del tiempo el sentido para permanecer vivo aquí y ahora, y lucha contra el imperativo que le es impuesto continuamente: “la desgracia que vive aquí y ahora no va a pasar, va a durar eternamente”.

El sobreviviente de Auschwitz, como vimos, combate esta asertiva en el acto en el que cambia el raro pedazo de pan que tiene en las manos y que le aplacaría el hambre inmediatamente para obtener de vuelta la posibilidad de imaginarse más allá del tiempo presente y del cautiverio de las necesidades inmediatas, yendo contra su experiencia de aniquilación, dolor y desgracia aquí y ahora, y, de cierto modo, superándola.

La oposición entre placer y realidad se revela en este punto como una oposición entre el imaginarse más allá de los muros de la realidad de la muerte, del exterminio, del calcinamiento de los cuerpos en Auschwitz-Birkenau y una realidad posterior en la que la realidad de la muerte anula y arrasa cualquier posibilidad de trabajo psíquico, matando e inmovilizando el psiquismo como tal.

El horizonte que se abre entre el prisionero de Auschwitz y los narradores del destino revela que la fantasía reencuentra, en ese tiempo consagrado a la escucha, un canal de pasaje hacia el tiempo futuro, en el que la posibilidad de una ilusión se genera como una esperanza com- partida en la reconstitución de un pasado para siempre perdido.

El tiempo de la fantasía es el tiempo del anhelo. Si en el tiempo de la neurosis la interpretación de lo que se coloca como defensa, ante la imposibilidad de sustentación de la falta, restaura un pensamiento donde había repetición, en el tiempo del trauma sería preciso restituir verdad común, compartida con lo que el acto de fantasear creó cuando era imposible imaginar, crear, inventar y proyectar.

En un caso, la fantasía coloca al sujeto en un hiato entre el placer psíquico y el placer objetal obturando grietas; en el otro, es ella quien puede determinar el punto de fuga en el cual, ante la total ausencia de indicios de una vida futura y la inminencia de la muerte, la palabra reencuentra su sentido al ser proferida para crear un consenso, una experiencia compartida sobre la posibilidad y la viabilidad del devenir.

Es posible suponer que la pulsión de supervivencia (Endo, 2005) preside la dinámica fantasmática ante los límites en los que el deseo de no desear se impone, a veces definitivamente. En ese punto en el que las marcas mnemónicas del erotismo parecen desvanecerse ante el dolor, imaginar un futuro repleto de pasado se consagra como una experiencia extraordinaria, abriendo rendijas de calor y conexión en medio del frío y la oscuridad.

Un sobreviviente de Auschwitz observa:

Recuerdo que muchos sueños eran dominados por el deseo de comer, los sueños que más adelante compartí en detalle con otros detenidos. En el campo acostumbrábamos contarnos nuestros sueños entre nosotros, y algunas chicas nos los explicaban. Me acuerdo que la mayoría de las explicaciones fueron muy gentiles, o sea, las cartomantes les aseguraron a los soñadores que sus familias estaban bien y muchas veces preveían [ilegible] sin los alemanes y un retorno a la vida normal. (Q2/F85)

Impresiona esa aproximación entre el alimento que ayuda a saciar el hambre y está aliado, según la interpretación del fortune-teller, a otra saciedad, dada por las experiencias que el tiempo traerá nuevamente a partir de las marcas de lo que ya fue vivido y psíquicamente registrado. Ambas vitales, ambas urgentes y que sobreponen en el mismo registro lo deseable y lo necesario.

La promesa de permanecer aguardando y confirmar que en algún momento será posible volver a la propia vida se articula con lo que la narración del sueño establece: la búsqueda continua del vínculo extendido por la escucha de otro y, solo por ello, convertida en narración. Se vuelven a crear los buenos augurios de la intimidad y las promesas que los individuos se hacen entre sí inventando, cuando están juntos, otra verdad que la realidad les ha arrebatado.

Un soplo de vida es inhalado y el tiempo que se instala desmorona ese instante, convirtiéndose en un paisaje con reminiscencias de un porvenir que se revela en el acto de vivir como un deseo compartido y como continuidad.

* Psicoanalista, investigador y profesor libre -docente en la Universidade de São Paulo.

Resumen
Este artículo presenta los resultados parciales de la investigación titulada Sonhos de ex-prisioneiros de Auschwitz (Sueños de exprisioneros de Auschwitz), realizada en la Universidad de Gdansk, y que reúne investigadores de cuatro países: Polonia, Brasil, Finlandia e Italia. La colección de sueños de exprisioneros del Memorial y Museo de Auschwitz-Birkenau será la principal fuente para las interpretaciones presentes en este artículo. Discuto aquí la presencia y el papel de los adivinos en el lager como restauradores del sueño, la fantasía y la supervivencia psíquica en un contexto de exterminio.

Descriptores: Psicoanálisis, Tiempo, Trauma. Candidatos a descriptores: Auschwitz, Elaboraciónonírica.

Abstract
This article presents partial results of the research entitled Dreams of former Auschwitz prisoners conducted at the University of Gdansk which brings together researchers from four different countries: Poland, Brazil, Finland and Italy. The collection of dreams of former Auschwitz prisoners of the archives of the Auschwitz Birkenau Memorial and Museum is the main source for the analysis and interpretations present in this article. I discuss the presence and role of fortune-tellers in the lageras restorers of dream, fantasy and psychic survival in a context of extermination.

Keywords: Psychoanalysis, Time, Trauma. Candidates to keywords: Auschwitz, Dream development

Referencias
Anzieu, D. (1989). A autoanálise de Freud e a descoberta do inconsciente. San Pablo: Artes Médicas.
Arquivos de sonhos (s. f.). Memorial e Museu de Auschwitz-Birkenau, Auschwitz. Dolto, F. (1992). A imagem inconsciente do corpo. San Pablo: Perspectiva.
Endo, P. C. (2005). A violência no coração da cidade: Um estudo psicanalítico. San Pablo: Escuta/ Fapesp.
Endo, P. C. (2010a). O debate sobre a memória e o corpo torturado como paradigma da impossibilidade de esquecer e do dever de lembrar. En U. C. Santander (org.), Memória e direitos humanos. Brasilia: IGE.
Endo, P. C. (2010b). Partilha, testemunho e a insistência e a impermanência do dizer. En G. Milán-Ramos y N. V. de Araújo Leite (org.), Terra-mar: Litorais em psicanálise. Escrita, cinema, política y educação (pp. 153-163). Campinas: Mercado das Letras.
Felman, S. (2000). Educação e crise, ou as vicissitudes do ensinar. En M. Selgimann e A. Nestrovski (org.), Catástrofe e representação (pp. 13-71). San Pablo: Escuta.
Scarry, E. (1985). The body in pain: The making and the unmaking the world. Nueva York: Oxford University Press.

Notas

Notas
1 Elegí traducir fortunetellers como “narradores del destino” en vez de, por ejemplo, “adivinos” pues este término carga un significado peyorativo y lleno de prejuicios. Entiendo que la función de los fortune tellers en los campos pasaba en muchas ocasiones por esa función y papel imaginado y definido por los prejuicios. Considero que narrar destinos interrumpidos, darle continuidad a la denominación y a la espera que el tiempo posibilita, indica mejor lo que pretendo enfatizar en este artículo.
2 Este trabajo formará parte de un libro que en breve será publicado en Brasil, y también será publicado en inglés luego del fin de la primera fase de esta investigación, coordinada por el profesor Wojciech Owczarski.
3 Todos los testimonios fueron extraídos de los Archivos de sueños de la Biblioteca del Memorial y Museo de Auschwitz-Birkenau, traducidos del idioma polaco a la lengua inglesa. La versión en polaco se encuentra en el Memorial y Museo de Auschwitz-Birkenau, la versión inglesa aún está siendo preparada para su futura publicación. Esta última versión viene siendo trabajada en el ámbito del proyecto Auschwitz prisoners’ dreams. Apoyado por el gobierno de Polonia y coordinado por el profesor Wojciech Owczarski de la Universidad de Gdansk, el proyecto de investigación también cuenta, como investigadores principales, con Paulo Endo (Universidad de San Pablo), Katja Valli (Universidad de Turku) y Marco Zanasi (Universidad de Roma).
4 N. de la E.: Las letras Q, F y M equivalen, respectivamente, a Questionnaire (cuestionario), Female (mujer) y Male (hombre). Los números se refieren al orden en el que aparecen en los Archivos de sueños.
5 Aquí la frase parece incompleta. Probablemente el prisionero se refiere a una de las sesiones de tortura a las que fue sometido, practicadas por la Gestapo (Geheime Staatspolizei).
6 En trabajos anteriores sobre la experiencia de la tortura (Endo, 2010a, 2010b), indiqué ‒a partir de algunos relatos de expresidiarios en las cárceles de la dictadura civil-militar brasilera que estuvo vigente entre 1964 y 1985 en Brasil‒ esa letargia del tiempo fijado por el dolor que producía, en el preso y en el torturado, el colapso del cuerpo y la muerte sempiterna, retirada de la experiencia del tiempo compartido y la sucesión de acontecimientos. Remito al lector a los referidos textos en la bibliografía indicada al final del presente trabajo.
7 Me refiero aquí a la experiencia de automaternaje del niño y al concepto de imagen dinámica que se constituye como una imagen-deseo calcada en el porvenir, en un tiempo futuro. En este caso, en el deseo de que cese el dolor.

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